Tan solo llevo unos días sumergida en esta ciudad, en esta rutina, en este mundo, pero es suficiente para decirlo: “
Ciudad de contrastes”.
El viaje fue muy largo, y con muchos sentimientos encontrados: alegría, ganas e ilusión, pero a la vez miedo a lo que me iba a encontrar, a lo que iba a sentir, a echar de menos… Me encontré con una imagen que no había previsto, con una realidad que no esperaba. El camino del aeropuerto a nuestra casa fue todo un choque. En ese momento me desanimé, quizá por no encontrar lo que yo tenía premeditado. Tenía que reconstruir mi cabeza.
Han pasado dos días desde ese momento y ya voy encajando las piezas del puzzle que será mi vida durante 4 meses. Los ritmos son distintos, algunos más rápidos y desordenados, otros lentos y tranquilos. El ruido también es muy diferente: en Madrid sabía donde acudir si quería encontrar lugares y momentos tranquilos y silenciosos, pero también sabía localizar aquellos donde hubiera gente (conocida o no), ruido… Por el momento, aquí hay ruido a todas horas del día y por todos los sitios por donde he caminado. Eso no quiere decir que siempre sea malo. Asomarte a la ventana porque escuchas música y ver a toda una familia junta bailando, feliz, a pesar del calor, del lugar, de su situación, etc. ha conseguido sacarme una gran sonrisa.
Caminar por calles (asfaltadas o no), montar en coche/combi/taxi/bus o cruzar una calle es toda una aventura, y ver en cada paso contrastes entre una acera y la otra, entre la gente, las casas, las calles… Es un sitio muy sorprendente.
A pesar de todo esto, aún tengo que ir pensando y reflexionando sobre cómo quiero vivir este tiempo aquí. No quiero volver con la sensación de haber dejado algo pendiente.
Tengo ganas de empezar en el cole, de ver como es, como trabajan, saber que voy a poder hacer (o más bien que me van a dejar hacer y que no), cual va a ser mi rutina diaria aquí…